Como todos los Domingos publicamos una crónica hecha llegar a nuestro medio por, por Christian Rodrigo Nuñez La Rosa, Cronista y recopilador de Historias. para Putaendo Informa.

Espeluznantes casos de personas que fueron enterradas con vida. Algunos dejaron de respirar y los dieron por muertos, eran ataques de catalepsia.

Los miedos de manera irracional ante objetos o situaciones se le denomina como fobia, algunas muy comunes como el miedo a las arañas “aracnofobia” o la “Coulrofobia” que es el miedo a los payasos, otras mucho más extrañas pero que igual existen, como la “Ligirofobia” que es el miedo a los globos o la “Crematofobia” que consiste en el miedo al dinero…sí, aunque usted no lo crea es el miedo al dinero. Pero existe un miedo que traspasa cualquier lógica y es el miedo a ser enterrado con vida y despertar dentro de un cajón, ya sea en un cementerio o en pleno velorio, a este miedo se le conoce como “Tapefobia”.

La catalepsia o muerte aparente, es un trastorno del sistema nervioso, sus características son la inmovilidad o rigidez muscular, además como la perdida de la sensibilidad dolorosa, generalmente el que la padece no responde a estímulos externos, ni hablara. El paciente parecerá que está muerto ya que su pulso y su respiración son casi imperceptibles, esto puede durar desde minutos, horas o días. Actualmente con la tecnología es fácil de detectar si una persona sigue con vida, pero antiguamente los que la padecían no corrían la misma suerte ya que eran enterrados vivos por error, las víctimas de este desaguisado morían asfixiadas dentro de su propia tumba, lo más escalofriante es que el enfermo es consciente de todo lo que sucede a su al rededor, pero es incapaz de responder.  

Ante la posibilidad de ser enterrado vivo por error se inventaron algunos dispositivos para los ataúdes. Estos dispositivos de seguridad permitían al individuo que era enterrado por error alertar que seguía con vida o incluso salir de ellos.

El primer sistema construido fue en el año 1792 por el duque Ferdinand de Brunswich, tenía un tubo que comunicaba con el exterior para que entrara aire fresco y una cerradura que se habría con una llave colocada en su bolsillo. Otra llave se colocaba en la entrada del mausoleo para poder salir de él, incluso se incluía     un pequeño ropero por si el malogrado ex difunto necesitaba cambiarse de ropa para volver al mundo terrenal.

Muchas veces hemos comentado casi por inercia “lo salvo la campana”, este dicho, generalmente lo usamos para argumentar en forma sencilla que la resolución de una acción es en el último minuto, exactamente es lo que ocurre con un ataúd de seguridad que se creó en la antigüedad y que en su interior poseía un cordel atado a la mano del difunto, que al menor movimiento accionaba en el exterior una campana que alertaba a los cuidadores del cementerio, de allí entonces nace este popular dicho.

El chamberlán del zar Nicolás de Rusia que ante el menor movimiento accionaba el mecanismo de apertura de un tubo de aire hasta el ataúd al tiempo que tañía una campana y sacaba una bandera. El problema era que detectaban hasta los ocasionados por la descomposición del cuerpo, provocando angustiosas alarmas y el consiguiendo descontento de los sepultureros que se encontraban con el lamentable estado del fallecido.

Ya en el siglo XX, el francés Angelo Hays creó un ataúd en el que se podía estar sentado, con un aparador con comida, con un ventilador que suministraba oxígeno, radio para pedir ayuda e incluso un baño químico. Él mismo había sido dado por muerto tras un accidente y se salvó gracias a la curiosidad de un agente de seguros que lo hizo exhumar.

El millonario estadounidense John Dackeney se hizo construir en los años sesenta una bóveda con puertas de acero que se abrirían cada noche por tres horas durante dos semanas después de su sepelio. Mucha gente fue a ver si salía cuando murió en 1969, pero no dio señales de vida.

En 1995 el relojero italiano Fabrizio Caselli, patentó un ataúd con alarmas, teléfono, linterna y un estimulador cardiaco que vendía a 2.300 libras, en todo caso no vendió ninguno.

De todos estos ingeniosos inventos no se contabilizaron personas salvadas desde la presunta muerte, sin embargo, varios son los casos de personas que fueron enterradas vivas, aquí algunos terroríficos casos.

Las crónicas inglesas más antiguas cuentan que en 1661, en Londres, un carnicero del barrio de Newgate Market llamado Lawrence Cawthorn “murió” luego de estar un tiempo enfermo. La propietaria de la casa en la que el supuesto occiso vivía estaba ansiosa por sepultarlo, ya que la ley le permitía heredar todas sus posesiones, por lo que lo enterró rápidamente, sin la consulta de un médico. Cuando los amigos del carnicero visitaron la tumba comenzaron a escuchar desesperados y desgarradores gritos que provenían desde el interior del ataúd. Cuando lograron abrir el féretro, Cawthorn ya estaba muerto. Sus ojos estaban completamente hinchados y su cabeza estaba bañada en sangre producto de los cabezazos que el hombre se había dado para tratar de salir del féretro. La prensa de la época lo calificó como “El accidente más lamentable y deplorable”.

En la República Dominicana, la popular bailarina Niurka Berenice Guzmán Reyes, de 23 años, fue sorpresivamente hallada muerta, presumiblemente debido a un infarto al miorcardio. Días más tarde, una amiga y compañera de su grupo de baile le dijo a la familia de la occisa que presentía que Niurka estaba viva. La madre le creyó y exigió la exhumación. Ante centenares de testigos el ataúd fue sacado del nicho y se confirmó que la joven estaba muerta, aunque presentaba evidentes signos de asfixia.

En 1993, un joven sudafricano de 24 años llamado Sipho William Mdletshese falleció presuntamente en un grave accidente de tránsito. Iba junto a su novia, quién sobrevivió. El cuerpo del occiso fue llevado al mortuorio de Johannesburgo y puesto en una caja de metal para luego ser enterrado. Pero el joven no estaba muerto, sólo había quedado inconsciente producto del choque. Despertó dos días después dentro del ataúd, por lo que comenzó a gritar desesperadamente en busca de ayuda. Para su fortuna, algunos trabajadores de la morgue lo escucharon y lo sacaron con vida. Se cuenta que cuando el joven se presentó en la casa de su novia, ésta sufrió un ataque de pánico: pensaba que se trataba de un zombie o muerto viviente.

En noviembre del año 2009, una mujer entró en coma en un hospital de Túnez y fue declarada posteriormente muerta. Sus familiares la enterraron siguiendo los ritos de la tradición musulmana, pero a los pocos minutos después del entierro dos burros que se encontraban en el lugar se acercaron a la tumba y comenzaron a oliscar la tierra y estampar sus pezuñas en el suelo. Uno de los deudos acudió de inmediato a espantar a los animales, pero al llegar al lugar le pareció escuchar unos ahogados gritos que parecían venir desde la tierra. Intuyendo que podía tratarse de la fallecida, llamó de inmediato a los sepultureros del cementerio, quienes lograron desenterrar el ataúd. Para sorpresa de todos, cuando abrieron el féretro la mujer todavía estaba viva.

Me imagino que con todos estos casos tomara recaudo la próxima vez que se haga el muerto, por lo menos tener un par de burros cerca. Hasta la próxima.