Como todos los Domingos publicamos una crónica hecha llegar a nuestro medio por, por Christian Rodrigo Nuñez La Rosa, Cronista y recopilador de Historias. para Putaendo Informa.

Nunca en la historia fue tan peligroso ser PAPA como en el siglo IX, ser sumo pontífice era una de las profesiones más peligrosas del mundo, cuenta de ello son los once papas que llegaron al vaticano en tan solo diez años, la gran mayoría murieron de manera violenta.
Lo que ocurrió en enero del año 897 fue digno de libreto para un capítulo de la exitosa serie The Walking Dead. Esta verdadera obra teatral del terror se comenzó a fraguar por una serie de acontecimientos que nada tienen que ver con la religión o la fe, más bien con la lucha de poder político dentro de Roma.
El Papa Formoso fue obispo de Porto, desarrollando una excelente labor evangelizadora en Bulgaria, su fama de hombre recto y austero, los historiadores lo describen como un “obispo de gran santidad y ejemplares costumbres”, por lo cual para el año 891 no fuese raro que llegara al sillón del Vaticano heredando la tiara Papal en una época confusa y no lejana de conflictos, en la cual el sucesor de Pedro tendría que actuar como un verdadero Juez.

En el Sacro Imperio de Roma se vivía una disputa por el poder, en el año 892 el emperador Guido de Spoleto presiono a Formoso para que validara la sucesión al poder a su hijo Lamberto, el Papa accedió contra su voluntad porque consideraba que el sucesor era un mal católico y autor de muchas vejaciones a la Iglesia. A pesar de estas concesiones los Spoleto no abandonaron Roma lo cual incomodo al Papa, el veía en este hecho un acto de codicia, ante lo cual desesperado por una solución busco ayuda en el Rey de Francia Oriental, el Germano Arnulfo de Carintia. Así en el año 894 tras la muerte del temido emperador Guido, el nuevo aliado Germano cruzo los Alpes logrando expulsar a los Spoleto de Roma.

Con la mesa servida el Papa Formoso recibió a Arnulfo en el Atrio de la basílica de San Pedro, allí le entrego la corona Imperial de Carlo Magno como premio por haber expulsado a tan desagradable y eterna Visita. El Germano siguió su camino en busca del hijo del reciente fallecido para arrebatarle la parte Occidental del Imperio, pero para su mala suerte enfermo de una parálisis, ante esto se ve obligado a retirarse a Italia dejando nuevamente en manos de los Spoleto al Papa Formoso.

El día 4 de abril del año 896 el Papa muere envenenado a sus 86 años, para todos sus seguidores estaba claro quiénes eran los responsables de su muerte, pero poco y nada se podía hacer.

A la muerte del pontífice el sucesor elegido fue Bonifacio VI, quien estuvo tan solo quince días al morir de gota, una muerte bastante digna en comparación de sus colegas de la época.

Los Spoleto urdían una venganza para el Papa que los había traicionado, para lo cual se valieron del siguiente Papa elegido, Esteban VI, descendiente de una noble familia de Roma. El nuevo pontífice junto con la viuda de Guido y el hijo Lamberto Spoleto tramaron la “damnatio memoriae” la condena de la memoria, una especie de vil revancha.

El nuevo sumo pontífice llamo a un concilio, un sínodo del terror con el fin de enjuiciar a su antecesor, el Papa Formoso, pero lo más cruento de la historia fue que después de nueve meses de su muerte, su cuerpo fue desenterrado. Como es de esperar el cuerpo del acusado estaba en plena etapa de descomposición, su cuerpo ya casi cadavérico fue vestido con todos los atuendos papales, incluidos los zapatos, la tiara sobre su cabeza y los anillos en sus manos.

La descripción de la escena es grotesca, los historiadores de la época la relatan así,           “Un hedor terrible emanaba de los restos cadavéricos. A pesar de todo ello, fue llevado ante el tribunal, revestidos de sus ornamentos sagrados, con la mitra papal sobre su cabeza casi esqueletizada, donde en las vacías cuencas pululaban los gusanos destructores, los trabajadores de la muerte”.

La puesta en escena se realizó con la presencia de Arzobispos, Obispos y los más altos jefes de Roma. Fue el mismo Papa que asumió de fiscal de la causa tomándose muy en serio las acusaciones en contra del cuerpo del ex sucesor de Pedro, sus delitos se limitaban a solo uno, haber aceptado la sede episcopal de Roma estando aún en Porto, cosa que paradójicamente él también había realizado y que era una contravención del derecho canónico. Para darle la legalidad requerida, al juicio del cadáver se le asignó un diacono como abogado para que contestase por él las acusaciones, claro está, no estaba en condiciones de responder las preguntas. Cada alocución del Papa quedaba demostrado su histrionismo, desesperado casi un energúmeno, un verdadero perturbado que quería a toda costa demostrar la ilegalidad de su antecesor, el abogado del infeliz acusado, no cooperaba mucho, por el miedo que le daban los presentes más que por el juicio en la eternidad, ya que a cada pregunta contestaba con monosílabos, una de ellas y que sello su suerte fue porque había aceptado el cargo en Roma, lo cual replico el diacono “porque soy malo”.

Finalizado este sínodo del terror el acusado fue encontrado culpable claro está, fue despojado de todas sus vestimentas papales, se le retiraron los anillos y se le contaron tres dedos de su mano derecha con los cuales impartía las bendiciones, luego su cuerpo fue lanzado a una fosa maldita donde yacían varios condenados a muerte, posteriormente fue sacado de este lugar y amarrado de pies y arrastrado por las calles de Roma tirando su cuerdo al río Tíber, todo esto con la mirada atónita de sus seguidores quienes no podían creer lo que sus ojos observaban. Su pontificado fue declarado no valido como así todas las designaciones que realizo, se le solicito en forma escrita a todos los funcionarios que fueron elegidos que renunciaran en forma escrita. El deseo de Esteban VI y los Spoleto estaba cumplido

El destino para el Papa Esteban VI no fue mejor, ya que en el año 897 parte del pueblo, la mayoría de ellos partidarios de Formoso, ingresaron violentamente en el Vaticano, tomando preso al Papa y vengando la afrenta, fue desnudado y llevado a un calabozo subterráneo por la turba en la cual fue estrangulado.

A los sucesores les esperaba casi lo mismo, luego de Estaban fue elegido Romano quien duro tan solo 4 meses luego de ser asesinado, el siguiente fue Teodoro II quien estuvo 3 semana antes de ser ajusticiado. A pesar de esto Teodoro tuvo tiempo para realizar un nuevo concilio, restituyo la memoria de Formoso y dejó sin efecto el Juicio de la Locura.

Durante una crecida del Rio Tíber el cuerpo de Formoso fue arrastrado hacia la orilla, siendo rescatado por un ermitaño humilde y algo ignorante pero mucho más cuerdo que los perseguidores, quien le dio cristiana sepultura.

Teodoro tras su breve paso por el Vaticano alcanzo a organizar una procesión en busca del cuerpo de Formoso, el que nuevamente fue desenterrado y llevado a la Santa sede donde por fin descansan eternamente junto a otros Patriarcas de la Iglesia Católica.