Por Nicolás Toro Herrera (psicólogo).

Quien entre me honrara y quien no entre me causara satisfacción, apela a la honestidad de la persona que tiene al otro, pero a veces que privilegia más, el egoísmo del sujeto que será el hacer daño sin medidas, convirtiendo esta necesidad de sentirse superior al hacer daño en sensación de placer que los motiva a recurrir constantemente en esta conducta, la cual creen que es felicidad.

Nos hemos preguntado si una facción de esta sociedad está poblada por personas que confunden la felicidad con el placer y buscan conseguir placer a cualquier costo, sin importar si le hacen daño al otro, un ejemplo de este acto, será la corrupción que realiza el político a su pueblo que lo eligió, no teniendo empatía y pensamiento objetivo por la realidad que vive el vulnerado, endeudado, etc.

En el desglose mencionado se sitúa como gestante de la sociedad el egoísmo para hacer daño que se convierte en placer y es tan rutinario que termina controlando al resto de la sociedad que tiene una mirada colaborativa y honesta en conseguir objetivos sin pasar a llevar al otro.

Para algunos todo lo mencionado es un problema, pero si lo visualizamos desde la evolución del sujeto es parte de su naturaleza ser como se ha descrito. No obstante el verdadero problema radica en cómo el otro resto de la sociedad no encuentra un método efectivo contra estos abusos de control que tienen cada vez a la persona más hundida y con sensación de resignación que para Nietzsche debe ser motivo de rechazar esta sensación y vivir la vida en forma reflexiva por nuestros actos.

Esta realidad que se visualiza de forma constante en países sub-desarrollados o del tercer mundo, necesitan más que filosofía para salir de sus situaciones de vulnerabilidad, estas soluciones se basaran en una justicia social.