En la década de los 70 se dio vida a la primera banda de guerra creada en un hospital público. Con improvisados uniformes, un grupo de funcionarios del Hospital Psiquiátrico de Putaendo engalanaron los desfiles de la comuna. Hoy, más de 40 años después, un grupo de ellos mira con nostalgia el pasado, esperando tener la oportunidad de tomar sus instrumentos y desfilar juntos por última vez.

Sentado en un escaño de la Plaza de Rinconada de Silva me espera Juan Céspedes. Allí permanece en calma, el tiempo ya no le preocupa, ha sabido vivirlo y lo ve como un amigo más. En ese sector ve pasear a las familias cerca de la pileta mientras se hace acompañar por un solitario cigarro.

Tuve la oportunidad de compartir con él mientras ambos éramos funcionarios del Hospital Psiquiátrico. Allí me contó la historia de la banda del hospital, aquella encargada por el director de la época y que fue formada por trabajadores del recinto, entre los que se encontraba él, de quien habían aprovechado sus años como scout.

La conversación nos lleva a comienzos de la década de los 70, entre 1971 y 1972. En esa época, un grupo de trabajadores de la lavandería del Hospital, entre los que se encontraban Washington Molina, Julio Zegers, Juan Calderón y el mismo Céspedes, que habían sido boy scout e integrado la banda de la organización decidieron hacer lo propio en el Psiquiátrico .

“En esa época yo trabajaba en la lavandería del Hospital y teníamos un grupo que era muy activo haciendo eventos en el Hospital. Organizábamos los aniversarios y otras cosas. Entonces, como varios habíamos sido boy scout y participábamos de la banda, se nos ocurrió crear una en el hospital” recordó.

USABAMOS LA ROPA DE LOS PACIENTES COMO UNIFORME

Al recordar cómo partió la banda, de la cual era su tambor mayor, suelta una carcajada casi picaresca. Y es que a su cabeza vino el momento en qué pensaron cómo iba a uniformarse esta nueva banda.

“A los pacientes primero les compraban buzos, después les compraron chaquetas y pantalones de mezclilla. Entonces como no teníamos uniforme y era una costa interna que estábamos haciendo, nos uniformamos con esa ropa” relató.

El calzado eran simplemente botas de agua que usaban para sus propias labores en la lavandería del Hospital. Para desfilar, camisa blanca, pantalón blanco y una corbata azul o negra. “Cuando ensayábamos dentro del Hospital usábamos botas cortas de agua” continúa riéndose.

La idea llamó la atención del director de la época, Raúl Navarro, quien era médico en el Regimiento Yungay de San Felipe (hoy cumple condena por los asesinatos de Absalón Wegner y Rigoberto Achú) y quien gestionó el préstamo de la mayoría de los instrumentos, con excepción de los pitos que se encargaron a una fundición.

DEL HOSPITAL A LA COMUNIDAD

La banda comenzó a participar de actividades dentro del Hospital, para los aniversarios y otras festividades internas, pero poco a poco comenzaron a proyectarse hacia la comunidad.

“Para el aniversario desfilábamos por los pabellones, en la plaza del Hospital, pero después vimos que en Putaendo, después de la banda de los scout no había otra. En los desfiles venían las bandas de los regimientos de Los Andes, San Felipe e incluso de Quillota, pero en Putaendo no había, entonces se nos dio la oportunidad a nosotros de amenizar los desfiles en Putaendo” agregando que otras personas, además de los funcionarios se incorporaron a la formación.

“ALGUNOS SE REÍAN DE NOSOTROS”

Fernando Irarrázabal es otro de los “entrañables” del Philippe Pinel. Llegó muy joven como cocinero, casi en la época de la transición de Sanatorio Broncopulmonar a Hospital Psiquiátrico. Más de 40 años los dedicó a la institución, pero muchos, acostumbrados a la mano de “Don Fernando” lo siguieron contratando para eventos ocasionales del Hospital.

Hoy, como un conocido dirigente, me recibió en su casa del Cerro El Llano. Del Psiquiátrico atesora los mejores recuerdos, entre ellos la banda de guerra.

Fernando llegó en una época cargada de prejuicios hacia las personas con enfermedades mentales. Recuerda que los habitantes de Putaendo tenían la creencia de que “la locura” era contagiosa y quienes trabajaban allí estaban expuestos, nada más alejado de la realidad que él mismo vivió en aquel lejano tiempo.

A medida que avanza la conversación, “Don Fernando” aún recuerda los compases del bombo y los repite como si estuviera nuevamente en un ensayo.

“Teníamos compañeros del mismo Hospital que se reían de nosotros cuando desfilábamos con el uniforme, pero la banda fue una de las experiencias más lindas que tuve en el Hospital” recuerda.

Una breve pausa, Fernando no puede evitar llorar al comentar lo que significaron para su vida tan largos años en el Philippe Pinel. “Al Hospital le debo todo lo que soy y lo que tengo” exclamó.

UN REENCUENTRO

De la formación original de la banda de guerra del Hospital Psiquiátrico de Putaendo algunos ya han partido, y otros “viejos conocidos” como Juan Céspedes, Fernando Irarrázabal, Lorenzo Salinas, René Gajardo y Sergio Zamora (hoy concejal) mantienen en sus recuerdos aquellos años.

Los protagonistas de este reportaje compartieron un sentimiento en común. Con evidente nostalgia asienten al ser consultados si tuvieran nuevamente la oportunidad de reunirse y quizás desfilar por última vez juntos.

La emoción llena sus rostros, qué duda cabe. Aquellos entusiastas jóvenes de los 70’s añoran rememorar, aunque sea por una única y última ocasión, aquella vez que vistieron por primera vez aquel improvisado uniforme, tomaron los instrumentos y dieron vida a la primera banda de un hospital público. Tal vez sea la oportunidad para cerrar aquella etapa cargada de recuerdos, amparados en los vítores de toda una comunidad.

Joaquin Gallardo Astudillo ( Estudiante de periodismo)