Por David Mally Encargado de participación social y Referente de migrantes del Servicio de Salud Aconcagua

No podemos negar que existen avances importantes en materia de salud pública en los últimos 30 años, y que en estos tiempos de pandemia, la salud pública cobra un sentido de renovada urgencia. Es así que todos los avances se ponen a prueba y que el sentido de humanidad es más pertinente en torno a la pregunta por la salud de las personas. Dicho proceso de salud-enfermedad, posee varias dimensiones, pero quiero atender a dos que interactúan y le dan sentido al trabajo en materia de migraciones dentro del campo de la salud pública. Por un lado, la salud en un imperativo ético, cobijado por Leyes, normativas, protocolos y estrategias. Por otro lado, la salud es una construcción social colectiva; todos debemos aportar para tener una sociedad más sana, productiva y longeva.

Este es el escenario. La crisis sanitaria va más allá y se revela la fragilidad de la vida humana, se quita la máscara a las sintomatologías y paradojas críticas. Para demostrar solidaridad y empatía es mejor aislarse y evitar el contacto con el prójimo. En esa devastadora escena, donde se transa muchas veces al interior de las familias, “ganarse el pan o quedarse en casa y pasar hambre”, surgen otras interrogantes que golpean a muchos, entre ellos los inmigrantes, donde se duplica la complejidad relacionada con el proceso de integración sociocultural, ganarse la vida y sobrevivir en contexto de inequidades. Esto vuelve más invisible a los invisibles, reforzando la injusticia, discriminación y el sufrimiento.

Desde salud vemos que son muchas las necesidades que afligen a los seres humanos; ante eso no podemos ser testigos pasivos de la desesperanza. Por ello, se siguen realizando acciones solidarias, ayudas directas, abordajes de casos sociales y otras acciones como la facilitación lingüística en establecimientos, la traducción de material y el puente intercultural en las atenciones de salud. En este trabajo silencioso, la salud pública intercultural del Valle de Aconcagua ha mostrado su ímpetu en su rol ético y social; y los inmigrantes nos dicen desde sus experiencias de vida; que nadie debe quedar rezagado y que todos podemos contribuir a una mejor comunidad.