Este sábado 15 de agosto 2020, en la Solemnidad de la Asunción de la  Santísima Virgen María a los Cielos, fue consagrado y tomó posición de la diócesis el presbítero Gonzalo Bravo Álvarez, quien desde la cripta de Santa Teresa de Jesús de los Andes  en el Santuario de Auco en la comuna de Rinconada de los Andes envió un saludo a la comunidad manifestando que venía a la diócesis: “acompañar procesos que nos permitan crecer juntos en una comunión fraterna”.

Por Oscar Garcia Cardenas, Miembro consejo pastoral parroquial Rinconada de Silva.

En el Santuario de Santa Teresita de Los Andes y con la sola presencia de los obispos de rigor más los vicarios de la diócesis, fue consagrado Gonzalo Bravo Álvarez como nuevo pastor de San Felipe de Aconcagua.

La ceremonia tuvo lugar en la comuna de  Rinconada de los Andes debido a la cuarentena que afecta a la comuna de San Felipe donde está el templo Catedral, y se realizó con las debidas medidas impuestas por la autoridad de salud. La comunidad cristiana de la diócesis pudo participar mediante redes sociales.

El nuevo obispo fue consagrado por el Nuncio Apostólico en Chile, Mons. Alberto Ortega Martín,  por el Arzobispo de Santiago, Monseñor Celestino Aós junto al Administrador Apostólico de Valparaíso, monseñor Pedro Ossandón.

Además de los consagrantes estuvieron presentes, solo su hermana Matilde por la familia, vicaria y canciller del obispado, más personas encargadas de apoyar la ceremonia litúrgica y realizar la transmisión para las redes sociales y las radios asociadas a la red Arca.

En las dos semanas previas al acto religioso, en los valles de San Felipe y Petorca, a través de las mismas redes sociales, 12 videos de gente representativa de los más diversos ámbitos de la diócesis, daban la bienvenida a su nuevo pastor y preparaban el clima virtual de esta ceremonia.

Concluida la Eucaristía Solemne en la cripta del Santuario, el nuevo Obispo Gonzalo Arturo Bravo Álvarez, entregó un saludo a las comunidades de la diócesis y sus agentes de pastoral.

Junto con manifestar sus agradecimientos a distintas personas e instituciones, Monseñor Bravo anunció la creación de la Comisión Diocesana de Transparencia que abordará tres áreas, según indicó: la económica, la administrativa y la de abusos sexuales, poder y conciencia en la iglesia.

También señaló que se incorpora a esta diócesis “para acompañar procesos que nos permitan crecer juntos en una comunión fraterna y en reconocernos pecadores; y, al mismo tiempo, sabernos misioneros de un Cristo vivo que nos llama a la conversión sin temores. Sacerdotes, diáconos, religiosas y religiosos, laicos y laicas, movimientos y espiritualidades específicas, formamos el pueblo de Dios, quienes unidos en la diversidad de carismas nos sentimos parte del Cuerpo de Cristo, que es la iglesia”.

SALUDO A LA DIOCESIS DE SAN FELIPE DE ACONCAGUA Y PETORCA – PADRE GONZALO BRAVO ÁLVAREZ – OBISPO DIOCESANO.-

Santuario de Auco, sábado 15 de agosto de 2020.-

¡Feliz día de la Asunción! Mi admiración sublime a la vida religiosa, que hoy celebramos. Gracias por esa consagración cotidiana, que teje el más hermoso vestido de santidad en respuesta al amor fundamental de Dios por cada uno de nosotros, por cada una de ustedes… ¡Ese loco de amor, me ha vuelto loca!, siento susurrar en este lugar…

Hermanas y hermanos:

¡Alabado sea Jesucristo! Así saludan las hermanas carmelitas en sus monasterios… ¡y qué hermoso que sea así! Un saludo para ellas desde su casa en Auco. Las estamos esperando… ¡Ah, gracias por los dulces que me hicieron llegar!.

Doy gracias a Dios por mi mama y mi papá. Murieron hace muchos años, pero siguen vivos en mi corazón; también en el de mis 5 hermanos y sus familias y mi única hermana aquí presente. Vengo de una familia normal… ¡bueno, casi!. Agradezco haber vivido en un ambiente sano, con valores y amores muy marcados… como el de tantas y tantos de ustedes que hoy me escuchan y ven. Sé que, como diócesis, han deseado que llegase un obispo. Me ha llenado de emoción saber que han rezado por mí, sin conocerme. Espero que no ser obstáculo para que el Espíritu Santo siga actuando en la comunidad

Agradezco al señor Nuncio, el padre Alberto; al padre Celestino, arzobispo de Santiago y a Pedro, administrador apostólico de mi diócesis de origen, que me han ordenado obispo, en este querido y simbólico Santuario de Auco, capital espiritual de Chile, donde reposan los restos de Santa Teresa de los Andes, nuestra anfitriona. Y no puedo de dejar de nombrar al Padre Jaime Ortiz de Lazcano por su delicado y generoso servicio en este tiempo previo en la comunidad diocesana que peregrina estos valles de Aconcagua y Petorca.

Esta celebración ha sido realizada en tiempos de pandemia, en momentos de diversas dificultades en nuestro país, y en instancias en donde cerrados los templos, se han abierto las iglesias domésticas, tal como en las primeras comunidades. Somos también comunidad virtual, pero no menos real, y profundamente, espiritual. Por lo que no puedo dejar de agradecer a todos aquellos que han preparado esta celebración y la están trasmitiendo ahora.

He sido párroco muchos años; mi experiencia me dice que la pobreza existe, como también la solidaridad; que el dolor del hambre y la soledad es real, y que el temor a la muerte está muy presente en nuestra sociedad. Pero también, Dios nos regala en la simpleza -que la poeta de los pobres del Barrio Puerto, canta que es la grandeza- alegría, sonrisa y esperanza. Es esa fe que no tiembla, sino que crece cotidianamente, bajo la sombra de la Cruz de Cristo y el manto de María.

Esa fe de una oración sincera, de un gesto solidario, de un amor experimentado, de un dolor entregado. Esa fe expresada en la piedad alegre de un baile, en la silente actitud orante, en la dolorosa conversión personal y eclesial. Como dice una hermana de Rapa Nui… ¡firmes en la fe!.

Hoy me incorporo al camino de mí, ahora, diócesis San Felipe de Aconcagua, para acompañar procesos que nos permitan crecer juntos en una comunión fraterna y en reconocernos pecadores; y, al mismo tiempo, sabernos misioneros de un Cristo vivo que nos llama a la conversión sin temores. Sacerdotes, diáconos, religiosas y religiosos, laicos y laicas, movimientos y espiritualidades específicas, formamos el pueblo de Dios, quienes unidos en la diversidad de carismas nos sentimos parte del Cuerpo de Cristo, que es la iglesia.

Sé que enfrentaremos muchas dificultades; les pido transparencia, empatía y respeto mutuo. Hoy nos toca vivir aires de cambio, en donde no debemos claudicar en buscar la verdad y la justicia en cuanto a los abusos cometidos por miembros de la Iglesia. Ante los nuevos escenarios, la inteligencia y la fe deben estar al servicio de llevarlos a cabo, sin miedo, con entereza y con la fuerza del Cristo vivo y de María como acompañante permanente.

Cada persona cristiana está llamada a colaborar para hacer de nuestras comunidades espacios sanos y seguros. Seré el primero en colocarme a la escucha y al trabajo de reparación de sus víctimas, cueste lo que cueste. Porque en estos tiempos, debemos ser claros y no titubeantes. Es por eso, que anuncio aquí la creación de una Comisión Diocesana de Transparencia, cuya misión será ordenar, organizar y establecer las directrices pertinentes en los ámbitos administrativos, económicos y lo concerniente a abusos de carácter sexual, de conciencia y de poder. Esta instancia tendrá como guía los documentos emanados desde las distintas reparticiones de la Santa Sede, como también, las recomendaciones y ordenanzas publicadas por el Obispo de Roma.

También creo necesario la creación de una fundación que vele por llevar adelante variadas iniciativas que nacerán desde la comunidad, para el beneficio de todos. Se podrán levantar proyectos tan variados como emprendimientos comunitarios, rehabilitaciones cultuales y patrimoniales, diversas instancias para niños, niñas y adolescentes, acompañamientos de adultos y mejores condiciones de vida en general. Hoy se hace urgente integrarse a diversas fuentes de financiamiento para atender los variados matices de la evangelización de la cultura.

Tenemos mucho trabajo por delante, donde no me cabe la menor duda, que podré contar con todos para que caminemos en beneficio de nuestra Diócesis de San Felipe de Aconcagua. Les invito a compartir, participar y presentar sus anhelos y esperanzas para que seamos comunidad en camino.

No puedo terminar estas palabras sin dejar de nombrar a mi querido puerto de Valparaíso, la ciudad que por tantos años me acogió transformándome en un porteño más. Allí compartí mi vida cristiana en diferentes instancias; allí nacieron iniciativas solidarias en torno a la Matriz y académicas en la PUCV, en donde seguiré siendo Decano de la Facultad de Teología. Todas estas experiencias las tengo en mi corazón; las agradezco, ya que me enseñaron lo que era la humanidad, la dedicación teológica y la evangelización en toda su expresión.

Especial mención hago de quienes compartí en la Parroquia La Matriz, ‘que te hace feliz’; de mis hermanos y hermanas del comedor 421; y de las personas, todas ellas, de la Corporación La Matriz. También de quienes viven en los cerros, se visten de verde y van a misa antes de ir al estadio. Hoy hay fiesta porque Wanderito celebra 128 años de vida.

Quiero destacar la fuerza de tantos niños, niñas y adolescentes que, en medio de dificultades luchan por crecer en armonía; la perseverancia de gente sola que hace de su oración su compañía; los sueños no vividos de jóvenes y adultos que buscan un mundo mejor cada día. Llevo en mi corazón al laicado y las comunidades; a las víctimas de abusos, a los pescadores, tan devotos de Pedro; a los curas amigos; a las monjas súper comprometidas, a todo el personal de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, y, ¡cómo no!, a todas las personas que integramos la querida Facultad de Teología, causa de gran alegría, entre tantos otros.

Me declaro mendigo de sus oraciones. Si en algo puedo servirles, cuenten conmigo, dentro de mis posibilidades. Muchas gracias por acogerme y recibirme.