A siete años del primer llamado a licitación y de que una de las empresas abandonara las obras, el hospital psiquiátrico Philippe Pinel está en su mejor estado desde hace décadas. Hoy cumple con el sueño de los lugareños: entregar salud mental digna a los pacientes que llegan desde diferentes partes de la región y también desde el resto del país.

Reportaje de La Tercera.

Son poco más de tres kilómetros desde la Plaza de Armas de Putaendo, ciudad ubicada en la Quinta Región cordillera, hasta el hospital. En el trayecto, el pavimento y las casas se van transformando en campo y árboles. Son cerca de la 10 de la mañana y la montaña, aún nevada, acusa que es invierno. Al final del trayecto, justo donde muere el asfalto, espera el hospital psiquiátrico Philippe Pinel.

Después de eso, solo la Cordillera.

La imagen, dicen los lugareños, antes era mucho más verde. Y aunque la sequía ha hecho lo suyo, el hospital se encuentra hoy en su mejor estado. El terremoto de 2010 movió las instalaciones hasta los cimientos y, según recuerda Jaime Cárcamo, inspector técnico de la obra designado por el Ministerio de Salud, las paredes estaban llenas de grietas.

– Tras el terremoto se habían realizado algunas mejoras en la pintura y los yesos, pero eran solo cosas cosméticas y superficiales, -dice Cárcamo. -El daño era evidente. Bastaba con un sismo grado cinco o seis y todo lo hecho se iba al suelo.

A pesar de la adversidad, los casi cuatrocientos funcionarios siguieron trabajando con normalidad. En 2014 se licitó la obra por primera vez, pero la empresa que se adjudicó el proyecto lo abandonó, dejando intervenido e inconcluso un edificio y medio del complejo. Los funcionarios y la comunidad se preguntaban qué sucedería con el hospital.

Luego de dos años de llamados a licitación, y en uno de los procesos que califica como de los más complejos, por ser una obra de reconstrucción, la empresa Acciona se hizo cargo del proyecto y se reiniciaron los trabajos.

Cuenta Jaime Cárcamo, el inspector técnico de la obra, que se encontraron con  muros que supuestamente estaban bien pero, al intervenirlos, se daban cuenta que debían botarlos y reconstruir. Tenían también información sobre estructuras reforzadas en 1980, pero al analizarlas notaban que faltaban elementos estructurales de reforzamiento que sí figuraban en los papeles. El trabajo, entonces, tomó más tiempo de lo esperado y la reconstrucción del hospital pasó a ser un desafío más complejo.

Vinculación histórica

El hospital psiquiátrico Philippe Pinel trae consigo una historia de décadas. Fue construido originalmente a principios de los cuarenta, como un centro de salud broncopulmonar, orientado a enfermos de tuberculosis. Eso mismo hizo que las instalaciones fueran distintas a las de otros recintos sanitarios. Considerando la distancia al pueblo y a los pacientes, las áreas verdes y espacios abiertos son algo que abunda. En esos tiempos eran comunes los tratamientos de asoleamiento para mitigar enfermedades relacionadas con la tuberculosis.

Tiempo después, la enfermedad se erradicó del país y, en 1968, el hospital se convirtió en un psiquiátrico. El nuevo giro del centro no significó mayores cambios estructurales y los edificios se mantuvieron tal como estaban. Según cuenta la gente de la zona, al Philippe Pinel entonces llegaron hasta mil pacientes de otros hospitales, desde El Peral en Santiago y de otras regiones. Pero, con el tiempo, algunos fallecieron o se fueron trasladando a centros de atención más cercanos a Santiago.

El hospital cuando fue construido a principios de los años 40. Por tres décadas y media, hasta que la enfermedad se erradicó del país, atendió a enfermos de tuberculosis.

El hospital en sí, al contar con cerca de cuatrocientos funcionarios y estar lejano a otras localidades, entrega una alta cuota de empleo para la gente de Putaendo, ciudad en la que habitan cerca de 15 mil personas.

– En la zona siempre existirá alguna relación con el hospital, sea por algún familiar o porque alguna vez tuvo que ir. Como el pueblo no es muy grande, se conocen todos, -dice Jaime Cárcamo.

Por este mismo vínculo histórico con la comunidad es que la reconstrucción era tan relevante. Bonifacio Salvador, gerente de edificación de Acciona, dice que a pesar de ser un proyecto que llevaba varios años frustrándose porque nadie era capaz de abordar su reconstrucción, entendieron que, como compañía, sí tenían la capacidad de terminar  la obra.